jueves, 4 de octubre de 2012

Delivery y tiempo

Desde chiquita que me pasaba lo mismo. Mi abuela siempre quiso enseñarme a cocinar y yo nunca tuve ganas de aprender. Cocinar es un hobbie extraño para mí. No es como, qué se yo, jugar a la pelota. Es engorroso. Cómo a alguien le puede gustar hacerlo. Lleva trabajo, es insoportable, hay que controlar que las cosas no se quemen, que no se peguen a la hoya. Es verdaderamente un trabajo estresante que siempre preferí relegar. Para qué, si existe el delivery, o hay necesidad. Si vivís en Buenos Aires no podés decir que no tenés otras alternativas porque hay de todo y en cualquier lugar. Seguro que en algunos barrios hay más que en otros, pero en todos hay un local de comidas chinas, que por ejemplo, si uno está apurado manda en seguida la comida. Si se quiere algo más elaborado, bueno, la rotisería nunca falta. Si no hay que apelar al viejo y bien conocido lugar de comidas rápidas que también va a domicilio. Ah, pero lo mejor viene al final. Sí, los postres. Helado delivery! Por donde vivo yo, cerca de Plaza Serrano hay unos delvierys de mouse de chocolate que son increíbles. Eso sí, después el estomágo la tiene que aguantar. No es para estómagos sensibles, es para estómagos que se la bancan. Verdaderos estómagos, si no no hay tutía. Y entonces gracias al delivery queda un montón de tiempo para entretenerse de otras maneras, para ocuparlo en cualquier cosa, lo que se desee. En Capital hay tantas actividades que tampoco se puede decir que no se encuentra nada para hacer. Es casi como no encontrar delivery. Hay bowling, patinaje sobre hielo, cine, teatro, zoológico, lleno de parques. Entonces sí, a disfrutar y aprovechar el tiempo que deja el delivery, porque aunque salga unos pesos más, bien se sabe que el tiempo es dinero. Entonces, el delivery es dinero.